10 de julio de 2010

Quién soy.

Hace unos días, en un momento de ocio en los que no hay nada para hacer o pocas ganas de hacer algo (y con algo, me refiero a mover mínimamente un músculo), mirando Facebooks ajenos, me encontré mirando la pestaña de Información de personas que no estaban entre mis contactos. La mayoría de ellas no incluía ningún tipo de información demasiado relevante salvo el sexo, la situación sentimental o datos básicos. Pero una de ellas llamó mi atención “Biografía”. Un hombre describía cómo era. Con palabras sencillas, un poco autocrítico, humildemente, con una capacidad de síntesis asombrosa resumía en unas pocas líneas lo que a tantos de nosotros seguramente nos cuesta tanto definir. O no. Más allá de la descripción, lo que me impactó fue que esa persona se tomó el tiempo, la molestia, el trabajo o la bendición de contarle a los demás quién era. O contarse a sí mismo quién era. No se dedicó a sacar conclusiones sobre la vida ajena, sobre cómo eran los otros. Fue autocrítico. Y eso creo que es realmente admirable. Trayendo a la memoria un viejo dicho, “ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio” es algo que sinceramente pone en alerta a todos mis sentidos. Cada uno vive su vida cómo puede, quiere o le sale. Cada uno tiene la obligación consigo mismo y el deber con el resto de vivir su vida en libertad siempre y cuando no dañe al otro. ¿Y si no daña al otro dónde está la productividad de despotricar contra lo que los demás hacen o dicen? Y esto no quiere decir que alguna vez no lo haya hecho. Tampoco quiero ser más papista que el Papa. Sin embargo, después de escupir al cielo muchas veces y que me caiga una tormenta de escupitajos después por eso, me doy cuenta que lo mejor es primero conocerse, ser crítico con uno mismo en cuanto a sus errores, felicitarse por sus aciertos y ser, por sobretodas las cosas, humilde. Y si creo que algo de mi alrededor no está bien, considerar todas las posibilidades, adentrarse en el problema y una vez que se vio el problema desde todas sus posibles miradas (como si fuera un prisma visto desde todos sus ángulos), recién ahí me parece que hay derecho a opinar. O mejor dicho, a dar un consejo.

Démosle valor a la crítica. Que no se convierta en un chusmerío barato sin ton ni son para pasar nuestros ratos de ocio en los que no hay nada para hacer o pocas ganas de hacer. Algo.