30 de septiembre de 2010

Sr. Divague

Sr. Divague:

                 Hola, Sr. Divague. ¿Cómo le va? Yo bien. Todo tranquilo por estos pagos. Por lo menos para mi envase, aunque a veces tiene una salud bastante débil y creo que es un poco por mi culpa.
                Le escribo porque sé que usted me entiende. Y tenía muchas ganas de hablar con usted. Lo necesitaba. Sé que me va a prestar su tiempo y no lo voy a aburrir. Es más creo que se puede divertir un rato. Y no me va a retrucar ninguno de mis pensamientos, o por lo menos, me va a dar tiempo para elaborar una respuesta o formular una opinión. Porque, le cuento, lo que me pasa con otras personas es que me retrucan mis hípótesis inmediatamente y yo, debo admitir, no soy rápida para esas cosas. Yo tengo mis tiempos. Pero, en fin, vamos al grano. Hoy le escribo para contarle un poco sobre cosas que observo, quizás sin mucho sentido, pero mías al fin y al cabo.
              Vamos con la primera. ¡Cómo extraño pensar por horas y debatir! Mates, debate, música, comentario estúpido. Creo que de eso aprendí bastante. Me ayudaba a formarme. Porque sino es cómo que todo se me mezcla. Me enojo, veo lo inmediato, no valoro. Me canso. No puedo ver las cosas con claridad.  Hoy venía pensando en si habría una carrera o un espacio en la que todas mis hipótesis disparatadas tuvieran un lugar. Porque no da llegar al trabajo y decir: "Saben qué? Hoy estuve pensando que en realidad proyecto mi imposibilidad de crear un espacio propio de ocio en otras personas y me enojo cuando lo hacen porque yo no puedo." o " ¿Por qué la gente está tan estresada si antes se laburaba 12 horas en una fábrica y, según entiendo, no había tanto stress ni ataques de pánico?" o " ¿Por qué las relaciones entre madre e hija son generalmente conflictivas?" No hay tiempo para eso en mi trabajo. Y con la psicóloga no es lo mismo. No es un par con el cual puedo debatir sobre el mundo.
            Se viene la segunda. Hoy tuve un momento feliz. Ellos seguro no lo saben. No tienen idea. Me gustaría que sepan la satisfacción que me da, pero no me animo. Perdón, no me atrevo. ¡Qué lindo fue ver a mis alumnos de séptimo tan contentos con la obra que vimos! Me lleno verles las caras de intriga, verlos felices disfrutando un momento. Porque se notó que lo disfrutaron. Y fui infinitamente feliz, escuchando cantar a mis alumnos de segundo. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Verlos tan chiquititos, llenos de vida, de ilusiones, pidiendo un abrazo, corriendo para decirte "Me dás un abrazo?" "Sí." "Pero no, levantame como lo hacés siempre." O que hoy me dijeran que un ex alumno me estuvo buscando por todo el colegio para que le firme una foto. O ver el progreso de un alumno que de no entender nada pasa a ser uno de los mejores de la clase y no sólo en cuanto a contenido, sino como persona ayudando a sus compañeros.  Espero dejarles una pequeña huella. Que se puedan llevar algo a pesar de mis gritos y mis enojos, a pesar de las caritas tristes. Se me pone la piel de gallina. Y luego de mucho debate mental, creo que hoy vuelvo a elegir esta profesión por estos momentos maravillosos. Que no tienen precio. Que te cambian el día, aunque a veces me vaya angustiada y comiendome el cerebro por las cosas que no salen. Gracias.
             Tercera y última. Tengo cosas que cambiar. Muchas. Para seguir creciendo. Pero hay una que me persigue. Toda la vida lo hizo. Ser tan mental y con tan poca imaginación. Viendo la película de "El Principito" me di cuenta que el no poder imaginarme al Principito en el planeta me cagó un montón de momentos. El haber perdido la ingenuidad tan tempranamente me bloqueó y me hizo perder muchos momentos. El otro día hablando de "Chiquititas" (porque el tema surgió, obvio) yo dije que no me gustaba porque me no podía entender cómo los chicos de un hogar estaban tan bien vestidos y a mis viejos no le alcanzaba la plata para comprarme la ropa de moda y cuando me compraban algo, todos me cargaban porque no era "de marca".  Seguro mucha gente la pasó peor. Pero mi falta de imaginación no era por falta de dinero. No me dejaron volar cuando era necesario. Cuando justamente no era necesario hacerme ver la realidad. Podía esperar un poco más. Por eso, a veces, prefiero ser un poco ingenua, hasta el punto de parecer un poco tonta. Para todos los días, sorprenderme con un nuevo descubrimiento y que la vida no sea tan dura.
             Gracias, Sr. Divague. No sé imagina cuánto le agradezco este momento.


                                                                                                                             Vanina

2 comentarios:

  1. ¡Santo cielo, mujer! Estás realmente loca. Pero... por fortuna posees un buen corazón, lo cuál es lo que verdaderamente importa.
    Y no temas por la falta de imaginación, estoy por poner una empresa cuál se dedique a ayudar el desallo de la imaginación. ¡Es gratis! Luego que nuestros representantes se pasen los datos y vemos.
    Ahh, y pobre Sr. Divague. Le vas a quemar la cabeza.

    ResponderEliminar
  2. Buena idea la de la empresa! Y de estar loca...y bue, creo que de eso se trata un poco esta vida...de cuestionarse, plantearse hasta el punto de parecer un poco loco. Los porqués me han complicado un tanto la vida, pero también me han llevado muy lejos...

    ResponderEliminar